Prefacio
Hace poco más de un mes que me mudé a una nueva casa, después de haber estado viviendo en el mismo lugar durante un año.
Una de las motivaciones para hacerlo fue el querer involucrarme más con la comunidad local pues, a pesar de que he estado recorriendo las calles de Bali a diario durante este año, aún podía sentir una gran distancia entre mi Yo detrás de la cámara y la gran mayoría de las escenas que se desenvolvían frente a mi.
Obteniendo lo deseado
A diferencia del lugar en donde viví anteriormente, esta nueva casa se encuentra totalmente rodeada por otras—cosa a la que me había desacostumbrado casi por completo.
Me es gracioso ahora, pero esas primeras noches que pasé en mi nuevo hogar fueron…extrañas: escuchando voces a mi alrededor y los sonidos de una vida ajena a la mía, como si esa no hubiera sido mi realidad—y la de millones más—durante la mayoría de mis años.
Parte de mi se dedicó a encontrar tantas fallas como le fuera posible durante esos días iniciales, buscando pretextos para quejarme de mi nueva situación, pero no fue hasta que me senté con dichos sentimientos encima de mi que me di cuenta que su origen provenía de un espacio más vulnerable:
Tenía miedo.
Miedo a dejar ese espacio tan cómodo en el que habité durante tanto tiempo, miedo a que aquello que soñaba con hacer no se volviera realidad.
Miedo a obtener exactamente aquello que deseaba y no saber qué hacer con ello una vez que estuviera frente a mí.
Como parte de mi proceso de integración, comencé a tomar clases de Indonesio una vez a la semana.
A pesar de que estoy a años luz de entablar una conversación congruente, en tan solo un mes me ha sido posible adquirir el suficiente vocabulario como para comunicarme cortadamente con la gente mientras camino por la calle.
Esto me ha abierto las puertas a sonrisas y momentos de magia que de otra forma me hubieran sido imposible de presenciar y tengo que confesar que, durante las últimas semanas, en mas de una ocasión he regresado a casa después de mi recorrido fotográfico la piel de gallina, embargado por la fortuna de poder estar haciendo lo que estoy haciendo.
Desde que era niño no recuerdo haber sentido tanta felicidad de recorrer las mismas calles, una y otra vez, descubriendo nuevas aventuras en cada esquina.
No pensé que fuera posible, pero me he enamorado aun más de esta isla durante este último mes y me queda claro que la seguiré llamando mi Hogar durante el tiempo que se me permita seguir aquí.
Aku sangat cinta Bali.
Encontrando balance
Como suele ser, no todo ha sido bonito y fácil durante este periodo. Han habido platicas con todo tipo de colores y lagrimas de todos los sabores.
Hay cosas que aun sigo procesando y que no tengo ni idea de hacia donde me llevarán, pero si pudiera compartir una palabra que resuma lo “bueno” y lo “malo” de todo lo que ha pasado desde mi última postal sería:
Aceptación.
Aceptación de que todo tiene un inicio y un final. Aceptación de que dentro de mi yace la capacidad tanto de crear, como de destruir. Aceptación de que lo único sobre lo que tengo un leve grado de control es mi reacción sobre aquello que esta pasando aquí y ahora.
Es por medio de esta aceptación que encuentro opciones para mis acciones.
Crear o destruir, amar u odiar. La decisión esta en mi.
Para pensar…
¿Qué es algo que has aceptado recientemente?
Como siempre, gracias por estar al pendiente de estas postales y por contribuir con las tuyas.
Si sabes de alguien a quien le gustaría recibir esta o futuras postales, le puedes reenviar esta publicación dándole click aquí:
Espero con ansias tu respuesta,
Sergio Camalich
Ahora, algunas fotos de las últimas semanas:
Me cambié de casa
Gracias por compartir , aprendemos contigo😘